La Corte Suprema de Justicia de la Nación falló varias a veces a favor de los jubilados.
En 2008, de buenas a primeras, le avisaron que cambiaban otra vez las reglas del juego. Ahora se volvía al viejo sistema de reparto porque era un sistema solidario en contra de la capitalización que es individualista.
Pero, por suerte, un año más tarde, a instancias de un fallo de la Corte Suprema, se eliminó la discrecionalidad de la movilidad de los haberes y se fijó una regla de ajuste en base a la evolución de los salarios y la recaudación de la Seguridad Social.
Lo que pasó fue que se esperaba que los salarios subieran más que los precios y, con el cambio, las jubilaciones crecerían menos contribuyendo a moderar el déficit del sistema en un momento en que, como consecuencia de la duplicación de los beneficiarios a través de la moratoria, el quebranto alcanzaba a casi 3 puntos del PBI
En 2017, se cambió la fórmula de ajuste por una más ligada a la inflación y menos a salarios porque los consumos de los jubilados se ajustan por inflación y no por salarios.
En realidad lo que pasó fue que se esperaba que los salarios subieran más que los precios y, con el cambio, las jubilaciones crecerían menos contribuyendo a moderar el déficit del sistema en un momento en que, como consecuencia de la duplicación de los beneficiarios a través de la moratoria, el quebranto alcanzaba a casi 3 puntos del PBI.
Además de eso, también se cambió la regla de actualización del salario para el cálculo del haber inicial. Hasta ese momento, se ajustaba de igual forma que las jubilaciones, pero a partir de ese año se utilizaría el Ripte (remuneración de aporte al sistema de pensiones).
Una nueva instancia con el cambio de Gobierno
Y, de incertidumbre en incertidumbre, llegó al 2020, con 35 años de aportes y la edad suficiente para retirarse, creyendo que el haber que le correspondería sería ajustado de forma cercana a la evolución de los precios. Y ahí, otra vuelta de tuerca cambió el panorama del sistema.
A sólo días de asumir, la nueva administración mandó al Congreso la Ley de Emergencia Solidaria, una de cuyas medidas afecta otra vez al sistema jubilatorio.
La modificación, en esta oportunidad, suspende por 180 días el ajuste del haber jubilatorio, período durante el cual los ajustes trimestrales (en principio los de los trimestres de marzo y junio) se harán -hasta definir una nueva fórmula- de forma discrecional y priorizando a los de más bajos ingresos.
El Poder Ejecutivo suspendió por 180 días el ajuste del haber jubilatorio, período durante el cual los ajustes trimestrales (en principio los de los trimestres de marzo y junio) se harán -hasta definir una nueva fórmula-
El primer aumento discrecional se plasmó en la forma de un bono de $5.000 para quienes cobran la jubilación mínima ($14.068) y tienen una sola prestación (jubilación o pensión). Para el resto de los beneficiarios, el bono es la suma que completa su haber hasta alcanzar los $19.048 (jubilación mínima más los 5.000 pesos).
Es decir, esta medida termina generando un achatamiento de la pirámide jubilatoria ya que, de esta forma, casi el 75% de los beneficiarios estaría cobrando el mismo haber. Así, lo que en principio daba la idea de una reducción del gasto, termina en un incremento en los meses de diciembre a febrero de 6,7% sólo en el sistema previsional (SIPA).
Si se suma el mayor gasto en pensiones no contributivas y la Pensión Universal por Adulto Mayor (PUAM), el gasto adicional trepa a 45 mil millones de pesos (0,15% del PBI), cifra que representa un aumento del 9,7% del total del gasto en estos conceptos.
Si bien, veladamente, los aumentos diferenciales -mayores para la población de menores ingresos- las autoridades los justifican en el principio “solidario” del sistema de reparto.
Sin embargo, esto no es más que una reinterpretación del espíritu del régimen previsional, ya que la solidaridad del sistema de reparto se refiere a la solidaridad intergeneracional: la generación que trabaja y aporta financia la pensión de la generación jubilada, mientras espera que la generación siguiente sea la que financie su jubilación.
La solidaridad es entre jubilados, quienes aportaron toda su vida para cubrir su propio riesgo de caída en la generación de ingresos en la etapa pasiva y no para cubrir el riesgo de quienes no han aportado.
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Los legisladores justificaron el cambio en el principio “solidario” del sistema de reparto. Sin embargo, esto no es más que una reinterpretación del espíritu del régimen previsional (Adrian Escandar)
Haber mínimo y umbral de pobreza
Pero, además, ¿cuán cierto es que quienes tienen las jubilaciones más bajas se encuentran entre la población vulnerable? La tasa de pobreza entre la población mayor es la más baja entre los distintos grupos etarios. Mientras que entre los menores de 14 años, el 52,6% es pobre, entre la población mayor de 65 años, ese porcentaje sólo se alcanza al 10,4 por ciento.
De hecho, la jubilación mínima alcanza a cubrir la canasta de pobreza, con lo cual ningún jubilado debería estar en esa condición, aunque considerando como unidad el hogar, los ingresos totales podrían ser menores que la línea de pobreza.
La tasa de pobreza entre la población mayor es la más baja entre los distintos grupos etarios. Mientras que entre los menores de 14 años, el 52,6% es pobre, entre la población mayor de 65 años, ese porcentaje sólo se alcanza al 10,4 por ciento
Calificando a los jubilados en pobres/no pobres, se encuentra que el 83% del total se encuentra en hogares no pobres, mientras que si se restringe a los jubilados que perciben la jubilación mínima, este porcentaje se reduce al 76%. Es decir, la condición de percibir el haber mínimo jubilatorio no implica necesariamente que la población sea vulnerable.
Tras una vida laboral de reformas previsionales, Pedro ya se encuentra jugado y sin fichas. Las reglas cambiaron reiteradas veces y no está claro cuáles son las puertas del retiro y mucho menos cuántas veces a futuro las cambiarán.
Las instituciones inestables pierden credibilidad. Si bien Pedro ya no tiene opción, el mensaje que dejan todas las reformas que se han ido implementando, en especial en los últimos 15 años, es que el sistema de pensiones tiene un premio al bajo al cumplimiento: existen moratorias que permiten un haber sin haber aportado, existen regímenes que con aportes muy bajos otorgan un beneficio.
Las instituciones inestables pierden credibilidad
Pero aún habiendo aportado y obteniendo un beneficio bien diferente al que aportó poco o no aportó, a futuro existen altas chances de que la diferencia inicial se vaya achicando fuertemente.
Por ejemplo, alguien que se jubiló con el haber máximo en 2001, al inicio cobraba 19 veces más que la jubilación mínima; en diciembre último, esa relación se redujo a poco más de 5 veces, siendo que la mayoría de quienes perciben la mínima han ingresado al sistema a través de una moratoria y, por lo tanto, habiendo aportado poco o nada.
La historia que esta historia cuenta es que existen altos incentivos a evadir el sistema. El desafío desde las instituciones es transformarlo en un sistema creíble que genere atractivo a pertenecer.
La autora es Economista de FIEL. Esta nota es un anticipo de la publicación Indicadores de Coyuntura N° 616 que elabora la Fundación FIEL.
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