Anatomía de un ataque de pánico

Los ataques de pánico giran en torno al terror. Aunque por lo general se asocian con la mente, en realidad son una constelación de síntomas, tanto físicos como cognitivos. El miedo se apodera del cerebro, el cuerpo responde y puede ser difícil encontrar la lógica de todo ese proceso.



¿Qué es un ataque de pánico?

La mayoría de los expertos definen un ataque de pánico como la aparición repentina de un miedo intenso, a diferencia de un padecimiento como la ansiedad general, que suele manifestarse como una preocupación casi constante.

Las personas que sufren ataques de pánico son bombardeadas por síntomas mentales y físicos que pueden variar.

A quién puede darle un ataque de pánico

Cualquier persona puede tener un ataque de pánico; sin embargo, el riesgo es mayor en los adolescentes y los veinteañeros. 


Si a los 45 años no has sufrido un ataque de pánico, hay menos probabilidades de que tengas un episodio más adelante.


Las mujeres tienen más del doble de probabilidades que los hombres de sufrir ataques de pánico, pero los investigadores no están del todo seguros de cuál es la razón.


Cómo aliviar un ataque de pánico en el momento


Si nunca has tenido un ataque de pánico y presentas dolor en el pecho y dificultad para respirar, debes ir a urgencias para confirmar que estás teniendo un ataque de pánico y no un problema cardiaco, pero, si ya antes has tenido ataques de pánico y te das cuenta de que estás empezando a tener otro, estos consejos pueden estabilizarte en el momento.


Puede ser útil practicar estas estrategias de afrontamiento con anticipación para la próxima vez que llegue uno de ellos:


Habla contigo mismo durante el episodio:


Recuérdate a ti mismo que ya has sobrevivido ataques de pánico y que, si bien dan miedo, el pánico no es peligroso en sí mismo.


Define a quién vas a llamar:


Un amigo de confianza o un familiar te pueden ayudar a tranquilizarte. El simple hecho de hablar con alguien sobre lo que sientes y nombrar las sensaciones que experimentas puede ayudar a estabilizarte.


Cuenta los colores:


Algunos terapeutas recomiendan un ejercicio sencillo para mantenerte estable: cuenta y nombra los colores que te rodean. Pronúncialos en voz alta o simplemente anótalos en tu mente, mientras registras que la alfombra es azul o que tu camisa es roja. Hacerlo puede distraerte de la creciente ansiedad.


Sostén algo frío:


Busca en tu congelador y toma un cubo de hielo o coloca un paño húmedo y frío sobre tu muñeca.


El impacto del frío puede ayudar a que te concentres en el presente y al mismo tiempo aliviar la incomodidad del bochorno y la sudoración que algunas personas experimentan.


Respira como bebé:


La hiperventilación, habitual en los ataques de pánico, puede provocar que las personas se sientan mareadas, por lo que es bueno hacer respiraciones pausadas.


A menudo, los adultos respiran desde el pecho; en lugar de ellos puede ser útil respirar desde nuestros diafragmas como lo haría un bebé y concentrarse en expandir el vientre.


Esto llena de oxígeno el cerebro y pone en funcionamiento el sistema nervioso parasimpático, el cual da la señal de que no necesitamos luchar y reduce los niveles de angustia.


Un hormigueo súbito en las manos. Una opresión en el pecho. El corazón a toda máquina. Pensé que me estaba dando una embolia. Estaba sola. Llamé a un amigo que vino rápidamente. 


Después de un rato, cuando había pasado la tormenta, me dijo: “No te asustes, pero creo que has sufrido un ataque de pánico”.


Por supuesto, me asusté, ¿estaba enloqueciendo? Lo que había sentido en el cuerpo, ¿era producto de mi imaginación?


Se estima que hasta uno de cada tres adultos sufrirá de un ataque de pánico alguna vez en su vida. Las razones son muy diversas —por ejemplo, la muerte de un ser querido, las penurias económicas, tener que hablar en público— y las formas en que se manifiestan también.


Nuestra colega de la sección Well, Dani Blum, escribe:


Muchos investigadores creen que los ataques de pánico pueden producirse cuando el cerebro no es capaz de enviar correctamente los mensajes entre el córtex prefrontal, asociado a la lógica y el razonamiento, y el cuerpo amigdalino, que controla la regulación emocional. 


Durante un ataque de pánico, el cuerpo amigdalino está hiperactivo, mientras que la corteza prefrontal reacciona menos, lo que nos hace entrar en una espiral.


Solemos pensar que estos episodios son solo un asunto mental. Sin embargo, sus síntomas son también de carácter físico. 


Reconocerlos de forma oportuna y adecuada, como me pasó a mí, puede ser tremendamente útil en un momento de gran angustia.




https://www.nytimes.com/es

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Nuestra colega de la sección Well, Dani Blum, escribe:


Muchos investigadores creen que los ataques de pánico pueden producirse cuando el cerebro no es capaz de enviar correctamente los mensajes entre el córtex prefrontal, asociado a la lógica y el razonamiento, y el cuerpo amigdalino, que controla la regulación emocional. Durante un ataque de pánico, el cuerpo amigdalino está hiperactivo, mientras que la corteza prefrontal reacciona menos, lo que nos hace entrar en una espiral.

Solemos pensar que estos episodios son solo un asunto mental. Sin embargo, sus síntomas son también de carácter físico. Reconocerlos de forma oportuna y adecuada, como me pasó a mí, puede ser tremendamente útil en un momento de gran angustia.

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