En La Paz, se hizo la Clínica sobre canotaje a cargo del Deportista Olímpico Daniel Dal Bo.

Clínica sobre canotaje a cargo del Deportista Olímpico Daniel Dal Bo. El sábado  la parte teórica y el domingo la práctica en playa la curtiembre. Esto fue posible gracias a Municipalidad de La Paz Secretaria de Turismo, dirección de deporte y agrupación La Esmeralda.




Una propuesta totalmente superadora, teniendo en cuenta que la ciudad está felizmente posicionada como Capital del triatlón, es un semillero de deportistas que van creciendo cada vez más haciendo uso del majestuoso río Paraná que la enmarca dándole la inigualable belleza que tiene.




Conociendo a Daniel Dal Bo


Daniel Dal Bó nació un 8 de septiembre de 1987 en Laprida, un pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires. De todas maneras, llegó a Gualeguay junto a su familia a los siete años de edad y desde entonces se dio una conexión inmediata con la ciudad y ese paisaje mimético que la caracteriza.


Su padre, amante de la pesca, lo empezó a llevar al viejo balneario desde muy chico. A partir de los once años se fue acercando a lo que sería su pasión: “alquilábamos piraguas con un amigo llamado Facundo e íbamos a remar para conocer el río y sus arenales”.


Padre e hijo siguen la clínica de Daniel Dal Bo con interés


Se anotaron en una escuela de canotaje local, y hasta llegaron a competir a nivel provincial con piraguas y kayaks de paseo. “Éramos muy inexpertos, era más bien recreativo y la idea era pasarla bien”, recuerda.


De aquella época le queda la experiencia de descubrir hermosos lugares a través del curso sinuoso del río Gualeguay: “conocíamos canales y paisajes que para nosotros eran como la selva, era una gran aventura”.


Después la escuela se desarmó y durante un par de años les quedó la costumbre de ir a remar y pescar con amigos. Atento a su relación con la naturaleza, Daniel se inscribió en la Escuela Agrotécnica Juan Bautista Ambrosetti, un secundario ubicado sobre la ruta 12 que va a Rosario del Tala.


Un palista llamado Javier Deloné llegó a Gualeguay para trabajar en el frigorífico Soychú y se ofreció para entrenar en serio al grupo de amigos. Ese encuentro fortuito fue el puntapié inicial de una larga historia.

Enseñando con conocimiento de campeón olímpico


Canoas, piraguas y kayaks


Las tres palabras pertenecen a los pueblos originarios de América. Dos semanas después de llegar a nuestro continente, Cristóbal Colón informaba en su diario que había unas naves sin velas que los “indios” llamaban canoas. La palabra kayak, en cambio, es de origen inuit (antes conocidos como esquimales).


A mediados del siglo diecinueve los europeos copiaron el concepto de estas embarcaciones típicas de las civilizaciones precolombinas para uso recreativo, y recién en los juegos olímpicos de Paris 1924 hicieron su debut como deporte de exhibición los primeros kayaks.





El canotaje es un deporte que ha ido creciendo al compás de los cambios tecnológicos que impactaron en el material y las características de las embarcaciones. Si bien existen muy diversos tipos de competencias, la más tradicional es la de sprint o aguas tranquilas.


Las pistas olímpicas son como piletas gigantes a las cuales se les inyecta agua y forman un canal que es boyado a los doscientos a los quinientos y a los mil metros.


Existen los botes de K1, K2 y K4, cuya diferencia es la cantidad de personas que llevan.



Cuando llegó Javier Deloné a Gualeguay les ofreció a los amigos empezar a entrenar en los botes K1 y Daniel no lo dudó: “Empezamos Facundo Ramírez, Juan Bertinat y yo, que era el que venía todos los días. A ellos no les gustaba tanto. A su vez, Javier te decía vení a las seis de la tarde, otro día te convocaba un sábado a la mañana, y no le gustaba para nada que faltemos. Era muy exigente”, recuerda.


Ese fanatismo, ese trabajo metódico y poniendo énfasis en la técnica fue lo que le dio las herramientas a Daniel para poder llegar a la selección argentina en el año 2004: “Me enseñó muchísimo”.

Perseverancia

Uno de los elementos que hace más meritoria la permanencia de Dal Bó en la élite del canotaje durante diecisiete años, es que el equipo nacional cada año tiene dos pruebas eliminatorias en marzo y diciembre.


No importa que seas el mejor durante la primera mitad del año, “si te dedicás a la joda medio año quedás afuera hasta la próxima prueba”, explica.



La primera vez que clasificó, en el año 2004 entraban ocho y logró ingresar en el octavo lugar.


Un año después, con diecisiete años, fue a competir nuevamente y ganó. A partir de ahí, fue la explosión, participó en juegos panamericanos, campeonatos mundiales y compitió en las mejores pistas del mundo. Desde el año 2006 hasta la pandemia vivió en Tigre, epicentro del canotaje argentino.


Con el tiempo, las vueltas por el mundo se hicieron una constante. En algunos países con más tradición en el deporte como Alemania estuvo hasta siete veces: “Los primeros viajes son los más lindos porque es todo nuevo. Una de las cosas que pensé fue ‘por qué no habré aprendido más inglés”.




Representó a la selección argentina en Méjico, Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile, Ecuador, Colombia, Canadá, España, Portugal, Croacia, República Checa, Hungría, Alemania y Rusia, entre otros lugares.


Obtuvo una medalla de plata en un mundial, tres medallas panamericanas y centenares de trofeos y medallas en competencias nacionales.


Sin lugar a dudas, la participación en Río 2016 fue el punto más alto de su carrera: “Para mí fue como un sueño hecho realidad. Lo deseaba un montón porque había intentado clasificar en el 2012 y no pude. Estuve a punto de dejar de remar por esa frustración. 


El deportista se mete mucha presión, a veces, incluso dejás de disfrutarlo. Te enfocás en el objetivo y no en el resultado del día a día. La clave está en poder disfrutar el día a día. Pero a veces te enloquecés y querés solo resultados y cuando no lo lográs, te frustra”, reconoce.


En su estadía en la Villa Olímpica, pudo ver a Usaín Bolt, Novak Djokovic, y a los grandes deportistas de la élite mundial.


Sin embargo, el mejor recuerdo le queda de la Generación Dorada del básquet argentino: “Te subías al ascensor y Ginobili y los demás te preguntaban: ¿cómo les fue muchachos? Y vos te quedabas pensando: ‘estos locos nos están hablando a nosotros’. Son gente muy buena onda”.





Cultura deportiva

En sus competencias internacionales, Daniel fue notando las diferentes carencias que tiene nuestro país: “No hay cultura de valorar al deportista. Sacando el fútbol y el básquet, que son los deportes populares que generan fanatismo, no hay apoyo. En los medios de comunicación hay muertes, robos y fútbol. No hay ni siquiera historias de personas que descubren cosas, no hay nada positivo”, se lamenta.


Esta realidad, no se repite en el resto del mundo: “En Hungría, Alemania o España otros deportes también son conocidos. Vos ponés el canal eurosport y están pasando el campeonato nacional de canotaje. Me pregunto por qué no pueden hacer algo así acá”.


Además de difusión, el apoyo es otro. “En esos países tienen apoyo los deportistas, les pagan una jubilación porque se dedicaron veinte años al deporte.




Paula Pareto sacó dos medallas en Juegos Olímpicos y tres en mundiales y no le van a pagar nada. Está bien, es doctora, pero del deporte no se va a llevar nada, y bien que publicitaron esas medallas.


Crismanich fue campeón olímpico y lo mismo. No me digas que no podés apoyar a un deportista que le dedicó veinte años a tu país. Te voy a bancar para que le enseñes a los chicos, o te consigo un puesto en una empresa”.


Ese apoyo también va acompañado de reconocimiento: “Craviotto, que es un palista español, ganó Master Cheff porque lo convocaron porque era deportista.


No digo que me llamen a mí, pero Argentina tiene medallistas olímpicos que no los conoce nadie. Después ponen gente ridícula sin coherencia, que dice cualquier estupidez y la invitan a un programa de televisión. Y los chicos ven eso todo el tiempo”.

Antes y después del ENARD

En relación al apoyo oficial, el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, creado en 2009 con un impuesto del 1% a la telefonía celular, significó un cambio importante.


Antes de eso, Daniel vivió mil peripecias (“era un desastre, recuerda): tuvo que costearse pasajes para competir, conseguirse sponsors, pedir apoyo oficial, “todo muy desgastante”. A partir de su creación pudo pensar un poco más en el deporte.


Sin embargo, durante el año 2017 se realizaron modificaciones que fijaron los montos en pesos en el presupuesto anual, redirigiendo el excedente a manos del estado, y volviendo a complicar la situación.


De todas formas, Daniel plantea un problema de fondo: “A mi entender en lo que falla es que apoya el deportista y no la infraestructura. Si lo disuelven no queda nada del Enard más que nuestra historia. No hay pistas de canotaje, no hay un gimnasio, no hay capacitación para entrenadores”, se lamenta.


Con un par de datos se puede ejemplificar la cuestión.


El equipo argentino de canotaje entrena en una pista privada que le prestan en Nordelta (porque la pista nacional está contaminada) y en un gimnasio privado porque no poseen uno propio.


Las embarcaciones de competencia que pueden llegar a costar hasta diez mil dólares se encuentran a la intemperie porque no poseen un galpón propio. Sin palabras.


Siempre es hoy

La segunda ola de Covid-19 en Brasil frustró el Panamericano en principios de 2021 y con él las chances de Daniel de clasificar a Tokyo con un bote de K2.


Se habían preparado mucho, a veces un bote entrena dos o tres años por un objetivo, ya que cada ciclo comienza cuando termina un Juego Olímpico y dura los cuatro años siguientes.


Con un pie afuera del canotaje, empezó a dedicarse a otras actividades: “Me propuse fabricar remos, entré en la comisión del Club Náutico en la que me eligieron como presidente, y también otros proyectos relacionados a la idea de que la gente se acerque más al río”.


Sin embargo, entre fines del año 2021 y principios de 2022 ganó el selectivo nacional, el torneo argentino y el campeonato sudamericano, y decidió seguir compitiendo.


Si hay un signo que ha marcado su vida es el sacrificio. No sólo por el entrenamiento (dos pasadas diarias en el kayak, bicicleta, gimnasio, correr, natación, etcétera).


Sus dos hijos (Sofía y Bautista) nacieron por cesárea programada porque él viajaba a un mundial y quería estar presente.


Algunas veces, estuvo hasta tres meses sin verlos cuando competía en Europa. Por eso ahora disfruta tanto de la pesca y el deporte con ellos.


Cuando llegue el día de dejar la competencia, se dedicará a enseñar: “darle difusión al canotaje en Gualeguay, tanto en lo deportivo como en lo turístico, tenemos un potencial enorme que no está explotado”, asegura.


Galería de imágenes
































El campeón olimpico gualeyo Daniel Dal Bo, con la humildad que lo caracteriza, realizó un spot publicitando la regata más convocante que tiene La Paz, y la más antigua, con más de 30 años, creada por el legendario Juan Ramón Ridruejo, entre otros visionarios de aquellos tiempos.
















Fuente: bancodedatos

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