Juana Olmos, la artesana de la Quebrada del Toro, ejemplo de fortaleza y alegría

Es tejedora, pastora y agricultora. Aunque no pudo estudiar, todos sus hijos tienen estudios terciarios impulsados por su sabia mamá.



Juanita con los bellos animales de adorno y de juguete que teje con maestría.


En la Quebrada del Toro existen muchas historias de personas que luchan cada día para superarse y para que sus hijos tengan un futuro mejor. 


Pero no sabríamos de esta gente si no hubiese existido el sacerdote Sigfrido Moroder, Chifri para todos, quién desde 1999 y hasta su muerte en 2011, dedicó su vida a rescatar de la histórica indiferencia a los solitarios vecinos de los cerros de Rosario de Lerma. 




Unió en red a las 25 localidades aisladas unas de otras, con vecinos dispersos a más de 6 horas a pie o a lomo de mula, pudo ver el corazón de los hijos de los cerros y entendió el ferviente deseo que tenían de preservar su cultura y modo de vida. 




Chifri quiso acompañarlos y su misión fue luchar para que no precisen emigrar, sino que encuentren en su tierra los medios para desarrollar una buena vida.




Un ejemplo de la fortaleza y las ansias de superación que inspiró Chifri, es el de la artesana Juana Olmos.


Juana Olmos


Ella tiene 49 años, vive en Puesto Grande, a unos 35 kilómetros del paraje Las Cuevas, a 3200 metros sobre el nivel del mar. 




"Cuando no tiene medio de movilidad, Juana camina 6 horas desde su casa hasta la ruta 51. 




Puesto Grande es un lugar de una belleza agreste particular, donde la naturaleza brinda muchas cosas, pero hay que trabajar muy duro para aprovecharlas", contó Carlos Figueroa, vocero de la Fundación Alfarcito, creada por Chifri para dar oportunidades a los vecinos del Toro.




El derrotero diario


Juana es pastora, cuida sus corderos y algunas ovejas, pero se dedica con mucha pasión a hacer artesanías con lana. 


"Teje mantas, pullovers, camperas, chulos, medias y guantes con lanas de oveja y de llama. Tambien hace hermosos muñecos con lana que llaman la atención de todos los que visitan el centro de artesanos de El Alfarcito. 




El último sábado de cada mes, Juana baja hasta este centro para participar de las reuniones de artesanos, oportunidad en la que deja sus trabajos para la venta", detalló Carlos.


Pero Juana, en su incansable derrotero diario, también trabaja la tierra y cultiva habas, papa andina, arvejas y otras hortalizas que se dan en Puesto Grande. 


Desde 2019 tiene una toma de agua que le instaló la Fundación Alfarcito, que le permitió mejorar el riego y obtener agua para cocinar.


"Juana no pudo terminar la primaria, la crió su abuela Celestina Olmos, quien le enseñó a trabajar en el campo. No obstante, Juana les inculcó a sus hijos que debían estudiar y superarse. 




Así logró que sus hijos terminaran la secundaria y continuaran sus estudios terciarios. 


Está orgullosa de los éxitos que lograron sus hijos: 

Benjamín Olmos es Técnico Minero y trabaja en San Antonio de los Cobres. 

María Olmos es psicopedagoga y trabaja en la Fundación Alfarcito guiando a los jóvenes beneficiados con las Becas Padre Chifri (ella también fue becaria de la Fundación Alfarcito). 

Sandra Olmos hizo un curso de Diseñadora y Milagro Luzco estudia geología, apoyada por la Beca Padre Chifri", señaló Figueroa.


Juana le agradece siempre al Padre Chifri su misión en las comunidades de los cerros. 


Recordó cuando sorprendió a la familia al llegar en su "Burro Rojo" (como le decía al cuatriciclo que le permitía moverse) vestido de Rey Mago.

 


"Él nos visitaba dos o tres veces por mes para ver qué necesitábamos", contó emocionada.


Fuente: eltribuno

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