El agotamiento de fin de año que se disfraza de “solo estoy cansado”
A finales de año aparece un cansancio que no es solo físico, sino emocional. No se quita durmiendo ni descansando, porque no vive en el cuerpo, vive en la mente y en el alma. Es ese desgaste que se acumula tras meses de exigencia, presión, silencios, responsabilidades y expectativas.
Lo disfrazás diciendo “solo estoy cansado”, pero en realidad estás saturado, drenado, con la energía justa para seguir funcionando.
Este agotamiento de fin de año no te detiene, pero te apaga lentamente. Y lo más peligroso es que lo normalizás, seguís adelante como si nada, aunque por dentro ya no estés igual.
Confundís producción con bienestar: Podés estar cumpliendo metas, entregando reportes y respondiendo correos, pero emocionalmente sentirte vacío.
El rendimiento se mantiene, pero el disfrute desaparece. Empezás a vivir en automático, cumpliendo sin sentir, logrando sin conectar.
El problema es que nadie ve lo que pasa dentro tuyo, ni siquiera vos lo mirás con honestidad, porque mientras sigas produciendo, pareciera que todo está “bien”. Y no lo está.
Empezás a vivir en modo supervivencia: Ya no vivís el trabajo con ilusión, solo lo resistís.
Tu mente entra en modo “aguantar un poco más”, “solo terminar esta semana”, “solo llegar a diciembre”. Dejás de proyectar, dejás de disfrutar, dejás de soñar.
Empezás a moverte por inercia. Y aunque por fuera parecés funcional, por dentro estás cansado de resistir, cansado de sostener y cansado de empujarte cuando ya estás al límite.
Tu mente nunca se apaga: Aunque tu cuerpo se detenga, tu cabeza no. Te acostás y tu mente sigue repasando pendientes, diálogos, errores, situaciones.
No descansás realmente porque tu mente sigue en alerta. No es insomnio, es saturación mental. Y cuando la mente no se apaga, el alma se desgasta. Vivís con una sensación constante de ruido interno que no te permite sentir paz ni siquiera en los momentos de descanso.
Te volvés más irritable de lo que admitís: El cansancio emocional no siempre se muestra como tristeza; muchas veces se muestra como irritabilidad. Reaccionás con más fuerza, te molestan cosas pequeñas, perdés la paciencia más rápido. No porque seas una persona difícil, sino porque estás sobrecargado. Tus emociones están al límite y cualquier estímulo extra se siente como un peso más sobre una estructura ya frágil.
Seguís exigiéndote como si no estuvieras desgastado: Aunque estés cansado, te seguís tratando como si nada pasara. No bajás tus estándares, no te das permisos, no ajustás tu ritmo. Te hablás con dureza, te empujás, te exigís. Y esa autoexigencia, en vez de fortalecerte, te va rompiendo en silencio. No te permitís estar cansado, no te permitís parar, no te permitís ser humano.
Reflexión:
No sos débil por sentirte agotado. Sos humano. Y aceptar que estás cansado no te quita valor, te devuelve conciencia. Este cansancio no es una falla tuya, es una señal de que fuiste más fuerte de lo que podías sostener. Seguir empujándote no te va a sanar, escucharte sí.
El verdadero cierre de año no es cumplirlo todo, es dejar de romperte para sostenerlo todo. Hoy no necesitás ser más productivo, necesitás ser más compasivo con vos mismo.
Fuente: Dr. Rafael Ramos
Comentarios
Publicar un comentario